PASEOS MEDIEVALES

San Esteban visto desde un promontorio

Creo que muchos de nosotros, unos sanestebeños y otros no, compartimos la afición por “el pasear”, y también somos muchos los que lo hacemos, por diferentes motivos, muy a menudo. Para cada uno de nosotros existe un San Esteban diferente, siempre dispuesto a acompañarnos en nuestro camino. Un San Esteban no colonizado, natural, fresco y tranquilo merced a su río y a sus paseos densamente arbolados, un San Esteban urbano, en el que domina lo arquitectónico y lo ordenado, y un San Esteban semiurbano a medio camino entre los dos anteriores en el que junto a los espacios tradicionalmente naturales ( lo que viene llamándose “el campo” ) empiezan a aparecer algunas construcciones que se mezclan con las estelas de humo marcadas por los vehículos en su discurrir hacia Soria, Valladolid y Madrid.

Yo siempre que puedo busco mi compañía en el menos ordenado del San Esteban urbano. Me gusta pasear por la parte alta del casco antiguo, buscar la esencia de sus trazados, en algunos casos milenarios, y encontrarme de telón de fondo la quinta esencia del románico porticado castellano.

El origen urbano de nuestro pueblo es similar al de otros muchos de la extremadura soriana siendo fundamental su carácter estratégico y defensivo junto al Duero. En la parte más alta se situó el castillo, elevado sobre un alcor desde el que fácilmente se controlaba la vega del río y un amplio tramo del valle. A poca distancia de este punto y en posición un poco menos elevada se sitúa otra colina sobre la que se sitúa la románica iglesia de Santa María del Rivero. Entre estas dos elevaciones discurría un camino que bordeaba el curso del río y es en este collado donde encontramos el origen del primer asentamiento urbano que se encontraba rodeado y protegido por la iglesia y el castillo. En otra elevación más ligera que las dos anteriores y próxima al castillo se situó la iglesia también románica de San Miguel.

Sobre este primer núcleo y creciendo a lo largo del camino se generó el trazado urbano. Al noroeste la muralla, que partía desde un extremo del alargado castillo, englobó los dos promontorios marcando los límites medievales y actuales del pueblo en esa parte. Sin embargo el mayor crecimiento se ha producido en el sudeste, donde rápidamente se sobrepasó la cerca medieval, perviviendo su trazado en las fachadas de las casas que la sustituyeron.

Un castillo elevado, un promontorio, un río, un eje principal, longitudinal y porticado paralelo al río, un eje transversal que desemboca en una de las puertas de la muralla, una plaza de reducidas dimensiones en la intersección de los dos ejes, un recinto amurallado y un rosario de iglesias, algunas románicas, otras góticas y otras desaparecidas, en su interior.

Cuanta historia en tan poco espacio. Es este San Esteban el que yo busco cuando paseo. A veces pienso como sería todo hace mil años. Mi pensamiento no deja de ser un sueño, y la realidad es que solo puedo disfrutar de lo que nos ha quedado.

Dos obras artísticas románicas de primer nivel, germen del posterior románico porticado que se extendería por las provincias de Segovia y Guadalajara y que al menos la de San Miguel requiere una urgente intervención que reduzca el progresivo desgaste exterior.

Quiero aprovechar estas líneas para dar mi apoyo al actual proyecto, en proceso de estudio, de adaptación de la Iglesia de San Miguel en Centro de Información y Difusión de las Galerías Porticadas que recoge la restauración de la misma.

El lugar que hace casi un siglo ocupaba “la trasladada” iglesia también románica de San Esteban en el corazón medieval de la villa es hoy un vacío urbano desproporcionado para un núcleo medieval de estas características y por tanto su proporción espacial nada tiene que ver con la primitiva, donde la escala era mucho más acotada.

Hasta nuestros días han llegado tan solo cuatro o cinco pinceladas del recinto amurallado que tenía en origen una extensión de aproximadamente 15 hectáreas, aunque su situación es fácilmente intuible porque las fachadas de las viviendas siguen el mismo trazo que los muros de mampostería o tapial que defendían la villa.

Prácticamente todas las construcciones residenciales existentes en el pueblo se han levantado en los dos últimos siglos, y son pocos los edificios que atestiguan la importancia de San Esteban como villa medieval, sin embargo esa huella ha quedado impresa en su denso tejido urbano, en la proporción de sus parcelas y en sus estrechas y empinadas callejuelas que discurren perpendiculares a la calle principal. Es aquí donde hay que buscar los vestigios medievales de nuestro pueblo.

Creo que las normas urbanísticas municipales son bastante permisivas en este punto y puesto que prácticamente todos los edificios que se hacen en el casco histórico son nuevos, habría que tratar de preservar las tipologías edificatorias y parcelarias heredadas. Es lo que nos queda.

AGOSTO DE 2007

D. Enrique Aguilera Barrios
Arquitecto